Hace unos días Emiliano cumplió un año de concepción. Ahora, es un hermoso bebé de 4 meses; despierto y dispuesto a descubrir todo lo que hay a su alrededor.
Emiliano fue concebido en un lugar hermoso y mágico, el momento lo cuestionaron, pero al final llegó en el tiempo justo, ni antes ni después. Siempre creí que un hijo une más a las personas y genera vínculos inquebrantables, y así lo es. Aunque claro, el proceso no fue fácil; de hecho fue algo doloroso y riesgoso que tan sólo de acordarme se me hacen nudos en la garganta y no puedo controlar el llanto, aún me causa mucho sentimiento por eso mejor recuerdo lo bello que fue después de pasar por todo un proceso de asimilación, aceptación y adaptación de una nueva vida.
Recuerdo los inicios, cuando me enteré que Emiliano eligió mi matriz como su nueva casa, un clima muy adecuado para él, caliente y confortable no necesitaba de absolutamente nada. En cambio afuera... los tres primeros meses me la pasaba con antojos de zanahorias y jícamas con mucho limón y sal, babeaba a más no poder cuando la idea pasaba por mi mente, tuve que omitir ciertos alimentos que por salud nos ocasionaban malestares como una de mis bebidas favoritas; el café. Esos meses pasaron muy lento, a Fabián le daban mareos y muchas náuseas, pero creo que yo llegué al extremo cuando una vez, vomite con una muestra de orina para mis análisis; fue sumamente asqueroso en ese momento y muy divertido después que pasó.
Cuando estas embarazada, gozas de muchos privilegios. Los berrinches están a la orden del día y por supuesto todo lo que quieres es concedido, la verdad es que esa etapa (aunque suene a cliché) fue de las más bellas en mi vida.
Recuerdo que Fabián venía todas las tardes por nosotros hasta mi trabajo, caminábamos juntos y platicábamos de lo que habíamos hecho en el día, eso me hacía muy feliz y por supuesto el bebé ya tenía más que reconocida la hora y el momento en que eso pasaba en el exterior. En esos días como aún no sabía el género del bebé lo apode Tibu por que aplicaba para niña (Tiburcia) y niño (Tiburcio). A diferencia de muchos embarazos el mío se pasó muy lento lo suficiente como para permitirme hacer cosas que en un estado normal no haría, como caminar durante más de 45 minutos ( en estado embarazoso) en el centro en búsqueda de unos globos metálicos por mero capricho, cocinar lo que más me gustaba, dormir como oso en temporada de invierno y permitir que me fotografiaran desde una con las ventanas abiertas de mi casa.
Ahora mi Tibu ya tiene un rostro, un cuerpo y una personalidad como la que siempre soñé, su papá y él a partir de hace un par de semanas vienen por mi, cuando me ve y reconoce, su sonrisa ilumina toda su cara, tanto que el reflejo llega a desaparecer cualquier diferencia que haya ocurrido en el trabajo, como todo un ser de luz. Me enorgullezco de que Emiliano me identifique, de su lealtad por mi cariño y de su permanencia en nuestras vidas.
Hace un año no fue fácil, pero ahora lo disfruto y recupero mi capacidad de asombrarme por las cosas que son pequeñas. Hace un año, todo era confusión y mis memorias quedaron plasmadas en un diario que en días le escribí y comparto algunas frases con ustedes:
“Jamás me pasó por la mente escribir una memoria de estos nueve meses tan inesperados, pero aquí me encuentro; con el corazón en la mano y con la adrenalina en todo mi cuerpo”
Lo bueno, que todo pasó y sirvió para hacerme más sensible y valiente, para trabajar un poco, sólo un poco con mi tolerancia, ahora estoy preparada para aprender todo lo que me tenga que enseñar Emiliano y para que Fabián y yo le mostremos todo lo que le espera allá afuera.
Una frase más de ese diario escrito a mi hijo:
“Aquí te estaré esperando y no sólo yo, el que decidiste que será tu padre y el resto de la familia con la que elegiste quedarte. Te espero con el corazón en mis manos, con una caja llena de sueños y con la vida llena de sorpresas”